Temporada en el infierno

Corina no puede dormir desde hace 24 días porque la película infernal que protagonizó cuando fue apresada por los matones de la GN se repite de diversas formas. Su foto rueda en las redes sociales. Alguien se atrevió a congelar el instante de su detención y subió la imagen.

Por Elizabeth Araujo

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Corina no puede dormir desde hace veinticuatro días. Abre los ojos y se repite de diversas formas la película infernal que protagonizó cuando fue apresada por los matones de la Guardia Nacional. A dos de ellos les bastó para «cazarla» aplicándole una zancadilla y el certero golpe en la nuca mientras la estudiante de la UCV huía en uno de esos confusos disturbios de la plaza.

Tras derribarla, se la llevaron en una moto a Fuerte Tiuna. Su foto rueda en las redes sociales. Alguien se atrevió a congelar el instante de su detención y subió la imagen. Usted la habrá visto. Su rostro es de miedo y angustia, como de niña extraviada en mitad del centro comercial por un descuido de los padres.

Corina tiene 22 años. Lo que pasó en el trayecto y luego, cuando fue tirada a la barraca como ganado junto a otros jóvenes, detenidos en Altamira, es desolador. Aparte del golpe en la boca, que le fracturó dos dientes, y las escoriaciones que acusa en una pierna, la chica está herida por dentro. No la violaron, pero es como si lo hubieran hecho.

Los dos efectivos de la GN, uno de la PNB y un tipo que para ella ­insiste en tal versión­ sería un hampón sacado de alguna cárcel en calidad de préstamo para aplastar las protestas, la emprendieron con obscenidades y actos lascivos que, desgraciadamente, debió describir.

No para complacer el morbo público, sino para despertar a una parte del país y que entienda lo peligrosa que se ha vuelto la escalada represiva sin control del Gobierno. Mucho peor, para que los jóvenes que no cesan de salir a protestar sepan de lo que son capaces unos enfermos sexuales, infiltrados en cuerpos de seguridad, y cuya función debería ser la de proteger a los ciudadanos y restablecer el orden.

«Me tocaron los senos… el tipo, que yo digo que fue sacado de la cárcel, me metió sus sucias manos por mis partes y se reía con aullidos… Yo estaba sola, gritaba, pedía auxilio, y el desgraciado me decía que gritara más porque eso lo excitaba». Es parte del horror que ha logrado escribir Corina en su blog, bajo ese nombre y con otra foto. Pero quien la ve personalmente y nota su belleza juvenil, comprende por qué estos enfermos la escogieron y se ensañaron contra su dignidad, usted sabe, ese lugar secreto que poseemos las mujeres ­inclusive las trabajadoras sexuales­ y que al ser mancillado deja una herida imborrable para siempre.

Si lee la breve pero contundente narración de Corina, escrito a petición de la psicóloga que la está viendo ­bajo la idea de que de ese modo se saca ese tormento­ se pone a llorar. No tanto por lo que le haya pasado a esa chica. Sino por la Venezuela que nos queda hoy. Alguien podría decir que es el país que Hugo Chávez le dejó a Nicolás Maduro y a Diosdado Cabello. Pero no sé si es tan fácil resumirlo en esa frase.

Entonces recuerdo el poema de Rimbaud: «¿Qué bestia hay que adorar? ¿Qué santa imagen atacamos? ¿Qué mentira debo sostener? ¿Entre qué sangre caminar? Más vale guardarse de la justicia. La vida dura, el simple embrutecimiento, levantar, con el puño seco, la tapa del ataúd y sentarse».

FUENTE: http://www.talcualdigital.com

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